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Humor político dibujado en los tiempos de Sarmiento

La anécdota es conocida: Sócrates gustaba de presentarse como un tábano zumbando alrededor de ese caballo perezoso llamado Atenas. Desde entonces, enjambres de estos insectos han revoloteado alrededor de diferentes hombres de estado (la referencia llegó a convertirse en lema del diario Crítica, de NATALIO BOTANA, por citar un ejemplo local)*[1]. Por lo general, estos emprendimientos tuvieron mejor suerte que los del filósofo griego, condenado a muerte por sus conciudadanos. En Argentina, el nombre de El Mosquito marcó el comienzo del periodismo gráfico.

La investigadora CLAUDIA ROMÁN *[2]acaba de publicar “Prensa, Política y Cultura Visual. El Mosquito, Buenos Aires, 1863-1893” (Editorial Ampersand), un exhaustivo ensayo donde recorre las vicisitudes del semanario satírico, que, a lo largo de treinta años, se describió a sí mismo como una “fábrica argentina de fama, datos para la historia y conservas para la posteridad”. Sus caricaturas llegaron a decorar, nada menos, que el refugio en Carapachay de DOMINGO F. SARMIENTO, una de sus víctimas más recurrentes, marcando modas y tendencias tan contundentes como lo harían las Chicas de GUILLERMO DIVITO ochenta años más tarde o los actuales medios masivos de comunicación.

El volumen está acompañado por numerosas ilustraciones y documentos directos que dan cuenta de mucho de lo que el texto analiza a fondo. Lamentablemente, el tamaño de reproducción no permite apreciar del todo la belleza de estas imágenes, por lo que se sugiere el método "lupa en mano" a la hora de la lectura. El Mosquito fue, ante todo, un “semanario satírico ilustrado”, en el cual el dibujo –litografía mediante- tenía un lugar central. Si cambió el modo en que los porteños se relacionaban con la prensa de su tiempo, no fue sólo por los novedosos recursos que desplegó para captarlos (llegó a vender 26.000 ejemplares) sino por su manera de afrontar en simultaneo la tarea didáctica de “enseñar” a leer esa flamante importación proveniente de Europa: la caricatura.

Que la novedad europea fuese difundida por europeos fue una de las causas del éxito del periódico en la Buenos Aires de finales del siglo XIX, culturalmente orientada hacia París. El Mosquito, que tuvo en el francés HENRI MEYER a su primer editor y dibujante estrella, seguido por autores tales como MONNIOT o ADVINENT hasta estabilizarse bajo la batuta de HENRI STEIN (quien terminaría siendo el propietario de la publicación), fue un producto eminentemente francés, al punto que muchos de los epígrafes que acompañaban sus ilustraciones estaban traducidos a ese idioma. En este punto, el libro recorre tensiones identitarias visibles en los largos combates mantenidos con otras publicaciones satíricas aparecidas tras la estela del Mosquito y dirigidas en muchos casos por autores españoles. Los directores de El Fraile, haciendo gala de su hispanismo, llegarían a reprochar al Mosquito su manejo torpe de la lengua castellana. Fue también legendario el enfrentamiento entre el francés Mosquito y el español Don Quijote, dirigido por “el gallego” EDUARDO SOJO, según el mote despectivo que le pusiera uno de sus “clientes”, LUCIO V. MANSILLA.

Román estudia las innovaciones que definieron desde el comienzo la identidad del semanario, surgido en un panorama que sólo conocía por entonces las caricaturas de la prensa antirrosista de Montevideo, técnicamente toscas y ferozmente partidarias. Descontada la mayor pericia artística de sus colaboradores, la gran novedad estaba cifrada en el suave tono satírico que la publicación dirigía en primer lugar contra ella misma, como estilaban sus equivalentes europeos. La presentación a los lectores de la plana mayor del Mosquito, enmascarada bajo el seudónimo jocoso, también resulta paradigmática, dado que entre los personajes del periódico se mezclan quienes lo escriben y dibujan con quienes son su blanco: sus “tipos”. Estos “tipos”, sobre los que se volvería una y otra vez (como un autor de historietas repite eternamente las peripecias de los personajes que ha creado), son el material central de la publicación y adornan hoy las páginas de los libros de historia argentina: BARTOLOMÉ MITRE, JULIO ROCA, ADOLFO ALSINA, JUSTO J. DE URQUIZA, CARLOS TEJEDOR, NICOLÁS AVELLANEDA, entre otros. Incluso, la publicación hace pública esta suerte de instrumentalización del humorismo satírico al revelar a sus lectores, en 1888, que tras la muerte de Sarmiento el periódico se ha propuesto reemplazar su “tipo” por el de Mansilla. Como en una especie de Comedia del Arte las figuras encarnan funciones que exceden el marco de las peripecias políticas de sus actores.

Otra característica destacada por Román es que al constituirse como participante de la escena política, El Mosquito (que elije dibujarse, sustantivándose como actor) establece relaciones horizontales con la prensa “seria” de la época. La Nación, La Tribuna, el Herald y otros medios alineados tras las grandes figuras de la política son caricaturizados, a menudo bajo los rasgos de sus directores. En este sentido, el Mosquito establece por primera vez una función crítica sobre la prensa. Escritura sobre la escritura (efímera y coyuntural), la lectura del periódico satírico presupone la lectura del cuerpo de medios periodísticos que lo rodean. Muchas de sus alusiones y comentarios, que poseen hoy un hermetismo que vuelve difícil su interpretación, establecen un grado de complicidad con su lector, “inciado” en un mismo código que garantiza la identificación con el medio. Román enfatiza además la especial -y comercialmente infalible- atención dispensada por el Mosquito hacia sus lectoras, un hecho inusual en el periodismo de la época.

Los “tipos” del Mosquito no sólo sirven para la sátira. Muchos de ellos son utilizados frecuentemente en la publicidad gráfica, otra de las innovaciones de la publicación. Sarmiento publicita con su figura peluquerías*[3], pistas de patinaje (el Skating-rink Coliseum, último grito de la moda en 1879), establecimientos de hidroterapia*[4]… una imagen del sanjuanino luciendo una frondosa cabellera llega a ilustrar incluso una propaganda de un tónico contra la alopecia.

La investigación de la autora enriquece su texto con el aporte de rarezas como lo resultan el muy literal “contrato” por el cual Henri Stein compromete, en 1882, poner a la publicación al servicio del Partido Nacional Autonomista, liderado por DARDO ROCHA.

En 1898, la aparición de la revista Caras y Caretas, con su moderno uso del fotograbado y su formato de magazine, marcaría el fin de la prensa litográfica. Los códigos eran otros, y el hermetismo de los iniciados, dentro de esa gran aldea donde todo el mundo se conocía, había quedado atrás. Una historia había terminado.

[1] Crítica, se popularizó con el socrático lema “Dios me ha puesto sobre vuestra ciudad como a un tábano sobre el noble caballo, para picarlo y mantenerlo despierto.” http://www.lavaca.org/mu12/la-critica-original/

[2] Claudia Román es Doctora en Letras (UBA). Investigadora Adjunta (CONICET) y docente de Literatura Argentina en la Facultad de Filosofìa y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Ha publicado trabajos sobre la prensa periódica argentina del siglo XIX, y sobre los vínculos entre periodismo y literatura; y, en conjunto con Patricio Fontana, una traducción de los Apuntes (Rough Notes) de Francis Bond Head. Su tesis doctoral analiza la prensa satírica ilustrada en el Río de la Plata (siglo XIX), con especial énfasis en la articulación entre palabra e imagen.

*[3] http://losandes.com.ar/article/view?slug=los-politicos-tambien-son-motivo-de-risa

*[4]https://www.google.com.ar/search?rlz=1C1AVFC_enAR756AR756&biw=1280&bih=622&tbm=isch&sa=1&ei=ouSHWvzvMoaTwgSAwrXgBg&q=Sarmiento+%2Bpropaganda%2Bhidroterapia&oq=Sarmiento+%2Bpropaganda%2Bhidroterapia&gs_l=psy-ab.12...13089.20622.0.23579.11.11.0.0.0.0.105.1063.9j2.11.0....0...1c.1.64.psy-ab..0.0.0....0.N8-oSBOUbjE#imgrc=XKLvc6rkhcud_M:


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